Un argumento lógico sobre el aborto

Sigo creyendo [a diferencia de la Iglesia] en el libre albedrío, me creo responsable de lo que hago, y por lo tanto le concedo poquísimos méritos, o deméritos, a mi embrión.

Giovanni Sartori

¿Hay vida desde el momento de la concepción? Sí. ¿Tiene razón la Iglesia católica sobre el aborto? No. Vida, en el sentido biológico, hay: la fecundación es su inicio. ¿Ese inicio vital, o esa vida iniciada, es una persona? Esta es la pregunta, en tanto la Iglesia quiere decir con su defensa de la vida que existe una persona humana desde el momento mismo de la concepción. Y la respuesta es no. Vida, en el sentido católico y clerical actual, no hay: ahí no la hay, no en ese periodo. Como dice Sartori en La carrera hacia ningún lugar: “La Iglesia afirma que la ciencia ha demostrado que el embrión es un individuo humano y, como tal, no se le puede [debe] matar. Pero no es así. La ciencia está sometida, en su argumentación, a las reglas de la lógica” (p. 94). Y la jerarquía católica no es lógica, ni científica. Inspirado en felices coincidencias con Sartori –en concreto, con su último libro ya mencionado-, comparto un breve argumento lógico sobre el problema del aborto. El cual no puede ser sino en contra de su criminalización indiscriminada, y negativamente discriminatoria, y a favor de la libertad y los derechos de la mujer.

Como demuestra lógicamente Sartori, un embrión no es un individuo o persona humanos. Un embrión es… un embrión (“principio no desarrollado de algo”, según la cuarta acepción de la Real Academia Española). Que represente vida no significa que sea en sí y por sí mismo un ser humano, una vida humana como equivalente de persona. Es vida en relación con lo humano, que es diferente. Vida y ser humano, persona y vida biológica no son lo mismo, y no hay que olvidarlo. Si lo fueran, también un árbol sería un humano. ¿El embrión lo será? No necesariamente, por más que sea embrión de humano. Lo será si no ocurre un aborto. Y hay abortos naturales, abortos en los que el feminismo y el progresismo no tienen intervención alguna. ¿Qué sentido tendría decir que, en esos casos, la Naturaleza o Dios asesinaron a alguien? Entonces: un embrión puede ser una persona, es decir, puede llegar a ser o terminar por ser un individuo humano. Si no hay aborto. Si no ocurre algún tipo de aborto. ¿Esa posibilidad hace verdadera e intrínsecamente “malo” y punible al aborto no natural? No. Y, sobre todo, no hace criminal a la mujer que decide bajo ciertas condiciones (cuya decisión se da bajo condiciones personales y contextuales específicas). ¿Esa posibilidad de un ser humano es lo mismo que dicho ser? No, es una posibilidad. Posibilidad hacia. No hay ser humano sin esa posibilidad pero esa posibilidad no es el ser humano. El embrión es un punto de partida de la vida humana y más precisamente el inicio de una vida potencialmente humana. Potencia y ser no son una y la misma cosa. Tienen relaciones importantes y dignas de recordar, pero no so iguales –además, son relaciones asimétricas: si hay ser hubo potencia, algo es porque fue posible, pero si hay potencia no hay ser, no el ser sobre el cual la potencia es lo que es. No son identidad. Cancelar la potencia de un embrión no es ni puede ser asesinar a una persona. El crimen es otro: cancelar la libertad de una mujer por un falso asesinato: encarcelarla por abortar un embrión. No es que obligatoriamente se le deba abortar, y menos sin condiciones adecuadas, sino que abortarlo no puede ser real y verdadero homicidio. Por lo mismo, cualquier mujer debe poder abortar legalmente ese producto de la fecundación (la concepción) que no deja de serlo (embrión) hasta el cuarto mes de embarazo.

Regresemos a Sartori para refrescar y después volver a matizarlo: “el principio [lógico] de identidad afirma que a es a, no que a será a. La lógica no permite declarar que una bolita de caviar es igual que un esturión. Y, por lo tanto, debo insistir: el argumento de que un embrión es igual a un ser humano, que es un individuo-persona porque será un individuo-persona, es lógicamente inaceptable” (p. 94). Cierto y claro. Y si algo no es sólo porque será, un “será” no es el “es” (aun más claro), y “poder ser” y “ser” no pueden ser igualados, que es el matiz que aplico sobre el problema en el párrafo anterior, por el hecho de que un embrión no necesariamente será una persona, por el hecho mismo del aborto y la variedad de su posibilidad, lo que incluye condiciones o circunstancias que no pueden minimizarse ni descartarse racionalmente, como el número de mes, la violación o el riesgo de muerte o muertes. Así, a es a, no es “puede ser a”, y “puede ser a” no sólo no es a sino que no necesariamente devendrá, se transformará o concluirá en a. Por consiguiente, el aborto de “puede ser a” no es ni puede ser ni debe ser reducido –y al mismo tiempo aumentado, exagerado- al asesinato de a. ¿Dónde están la razón lógica y/o la evidencia científica para la penalización del aborto que quiere la Iglesia? Remata Sartori: “la Iglesia sigue pidiendo a los juristas católicos y a los biólogos católicos que suscriban la tesis de que el embrión ya es un ser humano. Pero quien la suscribe lo hace como creyente, no como jurista o como científico. Porque esa tesis es racionalmente insostenible” (p. 89). Sin racionalidad no puede haber ciencia, y no se puede ser científico ni buen jurista si no se piensa lógicamente.

No hay “vida”, decíamos, como “sinónimo” de persona, desde la “concepción”. Porque no es posible. No es materialmente posible. No lo es porque para que haya persona tiene que haber conciencia, y para que haya conciencia tiene que haber cierto desarrollo del sistema nervioso, en general, y del cerebro, en particular. Si no fuera así, un vegetal y un ser humano serían lo mismo, y no lo son. El embrión, por implicaciones de definición, es la falta de ese desarrollo, su ausencia. Y si biológicamente es vida eso tampoco significa que sea cualquier etapa de desarrollo biológico. Dicho de otro modo: sí hay desarrollo biológico, y etapas del mismo, por lo que el embrión no puede cubrir, abarcar, incluir o agotar todo proceso relativo. O no sería embrión. Más relevante: en el embrión no hay conciencia, en tanto es embrión. En consecuencia, la “concepción” no es la aparición de la persona. La fecundación, en cambio, es la aparición de las primeras condiciones unidas de posibilidad de un nuevo ser humano. “Concebir” no es, en los hechos objetivos, crear personas, es unir y permitir potencias biológicas. El embrión dentro de un humano mujer no es el ser humano.

Como nunca hay que dejar de pensar, exploremos algunos ejemplos y juegos lógicos. Giovanni Sartori no es un embrión. Es evidente. ¿Cómo se podría decir válidamente que Norberto Rivera Carrera es un embrión, que es lo que en uno de los fondos implica el dicho de vida humana “desde la concepción”? Así como Sartori no es un embrión, ni exactamente “su” embrión, éste no era ni fue Sartori. Sin el ahora famoso embrión probablemente nunca habría habido Giovanni pero tampoco habría habido Sartori sin sus abuelos, y sin Italia, tampoco sin posguerra y Norberto Bobbio, desde luego no sin el ejercicio individualizado de la voluntad y de la inteligencia natural del joven Giovanni. Repito el fondo: ¿puedo ser José la persona y a la vez embrión? Tampoco “mi” embrión pudo ser simultáneamente José. Dio paso a lo que sería yo tras dejar de ser embrión. Y aquí está un punto de la mayor trascendencia: para que una persona pueda surgir tiene que “morir” o desaparecer el embrión, salvo que muera por aborto, en cuyo caso no surgirá ninguna persona. En efecto, tanto la vida como la “muerte” (transformación por desarrollo) del embrión son condiciones necesarias para la constitución de una persona. Si él mismo ya es persona, ¿por qué desaparece el embrión en el proceso natural? ¿Es que existen y se suceden varias personas a lo largo de un solo embarazo? ¿O subpersonas acaso? De hecho, ¿por qué la Iglesia habla de embrión? ¿Por qué si a final de cuentas no le es distinto ni distinguible de una persona? Otra contradicción. Mejor otra conclusión nuestra: la defensa del no-aborto, esto es, de la inexistencia del aborto no natural como única condición necesaria o necesariamente como la principal de las condiciones necesarias para la creación de una persona es un fracaso. Un fracaso lógico y fáctico. En ese crisol de factores está, por ejemplo, el sexo. El sexo puramente físico, que sabemos que le repugna a la Iglesia como acto, por más que sea de tipo heterosexual. El embrión es un paso entre tantos, un elemento entre tantos, antes y después.

Si hay persona hay vida pero si hay vida no por eso hay en automático una persona. Por eso el aborto no es asesinato. Hay que repetirlo cuantas veces sea justo y necesario: un embrión no es una persona, puede eventualmente serlo porque lo sería después, transformado, reconvertido, si no hay aborto, y si es abortado no se ha matado a nadie, pues todavía no existía el sujeto que es alguien. Abortar un embrión, o interrumpir un embarazo antes del cuarto mes, no puede ser lo mismo que abortar al octavo o noveno. Y por lo mismo, la Iglesia se equivoca. Otra vez. El aborto en determinados meses del embarazo, así como bajo ciertas condiciones sociológicas y médicas, no sólo puede sino que debe ser legalizado. En la ley pública, del Estado por el Estado para sus ciudadanas y ciudadanos. Ahí donde no hay ninguna razón para obedecer a la religión.

José Ramón López Rubí C. Colaborador de la División de Administración Pública del CIDE.

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Un comentario en “Un argumento lógico sobre el aborto

  1. La pregunta no es si ese inicio vital es una persona, la pregunta es si en ese inicio vital hay alma.
    Pero claro, la persona que no tenga ese conocimiento empezará a hacerse preguntas de si es lícito abortar o no, de si un embrión es persona o no. La cuestión no es si una persona puede o no abortar pues tenemos libre albedrío, la cuestión esta en educar a nuestros adolescentes para que sean responsables y no tengan que decidir abortar o no. Enseñarles y darles acceso a los métodos anticonceptivos para así, y ante la duda, no tener unos números tan escandalosos en España: Desde hace una década 100 000 abortos anuales.

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